Cada sociedad, de acuerdo con su trayectoria histórica, ha tenido distintas concepciones
de la infancia, de su desarrollo y de su educación. Estas construcciones sociales están
influenciadas por las ideas y las prácticas culturales que están presentes en la vida diaria,
así como por los avances que se van dando en el conocimiento científico y cotidiano,
las movilizaciones de las poblaciones y las políticas públicas o normativas en curso.
Las maneras de nombrar y definir a las niñas y a los niños, las formas de atenderlos,
cuidarlos y educarlos son dinámicas, cambiantes e históricas, de tal forma que lo que
se entiende actualmente por educación para la primera infancia no es lo mismo que
lo que se entendía hace uno o dos siglos atrás. De esta manera, tanto las concepciones
de niña y niño como las de su desarrollo, atención, cuidado y educación han sufrido
cambios que han conducido a las ideas y prácticas que se tienen hoy.
La variabilidad histórico-cultural de las concepciones de infancia invita a reconocer
que no existe una naturaleza infantil como fundamento fijo, permanente y esencial
que determina la existencia de todas las niñas y todos los niños. Más bien, la niñez
se define y asume en cada sociedad de manera distinta según características especí-
ficas, dadas por esa naturaleza diversa que configura la existencia y la subjetividad
respecto a ellas y ellos.
Es así como no existe una única infancia. Las infancias son múltiples y diversas,
dependiendo de los distintos espacios culturales en los que se encuentran las niñas y
los niños y según los procesos de transformación de esta noción que se manifiestan en
las prácticas de atención, cuidado y educación de las sociedades. No obstante, el hecho
de que se escriba más y se hable más de primera infancia y de su educación no significa
que haya consensos sobre estos conceptos. Se encuentran muchos lugares teóricos y
prácticos desde los cuales estos se enuncian y se posicionan.
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